Hasta que Podcaster ganó


Cuando me preguntan si soy fanático de Podcaster, la verdad, no lo puedo negar. Desde que naciera (hace 4 años atrás), escuchaba muchos de sus productos, desde los famosos Titulares (en mi época anti-Feedburner), hasta otros productos más actuales, como el fallecido Con el dedo en el ombligo.

Sin embargo, siempre consideraba que la libertad que tenía (y tiene) para subir microprogramas, podía ser un escollo para su verdadero desarrollo. Y claro, si pensamos que la página debe tener alojados una cantidad impresionante de audios, siendo muchos de ellos “víctimas” del complejo capítulo 1.

Pero ya ha pasado mucha agua bajo el puente, y la consolidación de la marca, además de una cultura radial más acabada, ha logrado productos que, sin ningún problema, podrían estar en alguna radio nacional. Es más: las comunidades entorno a los programas, se han profesionalizado de una manera tan impresionante (invitados de lujo, panelistas extraordinarios, y largo etcétera), que hablar de grabaciones como pasatiempo me parecería una falta de respeto.

Lo dije antes: tuvieron que transitar 4 años para que Podcaster al fin pudiera cantar victoria. Las dudas pueden quedar ahora en la parte comercial (¿es rentable el negocio?), pero, como producto “radial”, la maduración ya está completa.

Palabras sacan palabras (Futuro, 88.9)

Desde que las radios comenzaron a llevarse a rostros de la TV para conducir sus programas, el dial comenzó a [mal] acostumbrase a un ritmo más cansino, producto de las mañas que algunos “voztros” traen desde el mundo de la pantalla abierta. Sin embargo, grata es la sorpresa al sintonizar Palabras sacan palabras, en la radio Futuro, donde Iván Núñez se saca la camisa de fuerza de los parámetros televisivos, para entregar un informativo ágil, de buen ritmo y excelentes entrevistados.


¡Showtime!

Desde que inicia Palabras…, lo que se nota de inmediato es una propuesta noticiosa que busca funcionar como revista, donde se analizan los principales temas que marcaron la agenda del día (ideal para quien no quiere saber TODAS las noticias). Por lo tanto, la base del programa exige velocidad y, por supuesto, un buen conductor. O como se diría futbolísticamente, “un 10 que se pueda al equipo”. Es aquí donde Núñez se roba la película, asumiendo la jineta de capitán con una solidez que sorprende: buenas entrevistas, adecuado manejo de los temas y gran ritmo durante todo el programa. Todo esto, amenizado de buena música. Un verdadero show de Núñez.


Adiós TV

Si habría que sacar lo que realmente deja sorprendido a cualquier radioescucha, es la forma en que Núñez maneja los tiempos en el programa, lejos de las largas preguntas de Fernando Paulsen (otrora conductor de Palabras…), o el formalismo que entregan los noticiarios tradicionales (léase Cooperativa y Bío Bío). Es un espacio que realmente hace olvidar que el origen de Iván Núñez es la TV. ¿La razón? Hay un respeto por los ritmos de la radio, lo que se agradece al sintonizar cada tarde la 88.9. Además, dentro de la abundante oferta vespertina del dial, Palabras… es lejos una buena elección que rompe con el noticiario duro, siendo perfecto para un auditor que viene lateado del trabajo, pero que desea informarse de lo que ha pasado en el día.


Por lo tanto, si tuviera que jugármela por un programa en particular en el bloque 18:00-20:00 horas… sí, le pondría las fichas al show de Núñez.

Lastarria: cultura con aroma a café

“¿Este lugar es de Santiago? Amigo, ¡esto es Paris!”. Así describe Marcelo, un estudiante de intercambio de Colombia, al Barrio Lastarria, un sitio en que parte de la historia santiaguina aparece en medio de expresiones culturales y cierto aroma a café, en medio del paso de la modernidad urbana. Ubicado en pleno centro de la ciudad de Santiago -específicamente entre la avenida Alameda Libertador Bernardo O’higgins y Parque Forestal- este sector es un tradicional paseo en que convergen estudiantes, artistas y parejas jóvenes, que buscan tomarse “una pausa” en medio del rápido ir y venir que caracteriza al estilo de vida santiaguino.


Punto de partida

Para conocer de mejor forma el lugar, se debe iniciar el recorrido del barrio desde su calle principal, José Victorino Lastarria, justo en la esquina con Alameda. Un ambiente aislado del bullicio da la bienvenida: los sonidos de autos y buses que abundan a la entrada, son reemplazados por los de conversaciones en los variados cafés y restoranes existentes en Lastarria, que invitan a turistas y transeúntes habituales a parar y conversar alrededor de galletas, pasteles y, lógicamente, unas tazas de café.


Al continuar avanzando, jóvenes que circulan por el sector, pasan sus tardes conversando de literatura y música, en frente de un gran edificio rojo de antiguas líneas: se trata de la Iglesia de la Veracruz, un santuario religioso que data del año 1847. Unos metros más al norte, el cine arte El Biógrafo se muestra con una oscuridad interior que se contrasta con el colorido de su boletería. Dos parejas llenan una vacía entrada del recinto. Y pasos más allá, otro sitio llama inmediatamente la atención: es la Plaza Mulato Gil de Castro, que lejos de ser una arboleda tradicional en que abunda el color verde, es un sitio en que el piso empedrado y los colores tenues son los predominantes. A su salida, los rostros jóvenes y turistas desaparecen.

La llegada a la calle Merced, es el adiós de Lastarria y su mundo e historia, pero con una sonrisa en la cara. La misma que expresaba Marcelo, y que le hacía comparar los pequeños pasajes del paseo con las calles parisinas. Así termina el viaje. Así se va el Barrio Lastarria.

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