1988: la generación BMX

Corría el año 1988, y los ojos de Chile y el mundo se posaban en el Estadio Nacional. Los flashes de la prensa y las cámaras de televisión estaban atentos a lo que podía ser una jornada gloriosa en el coloso de Ñuñoa. La afición local coreaba más fuerte que nunca el famoso “¡viva Chile!”. No era fútbol. No era tenis. Era un grupo de chicos menores de 18 años que querían entrar en la historia del deporte nacional, arriba de sus bicicletas. Hablamos del mundial de BMX organizado por nuestro país, en la misma década de Soda Stereo, Pinochet y La Madrastra.

Un niño que se vistió de héroe


Ruy Barbosa era sólo un niño cuando recibió como regalo de navidad una bicicleta de cross country. Un buen obsequio para un pequeño inquieto y amigo de los riesgos. ¿Resultado? Una rápida adaptación a su nuevo juguete. Pero este hobby en breve tiempo pasó a convertirse en una obsesión, en una actividad que cada día le significó la búsqueda de nuevos desafíos. Así, de las calles y las competencias entre amigos, Ruy daba el salto a competencias nacionales e internacionales, por lo que el debut en las grandes ligas no tardaría mucho: en 1982, aunque sea difícil de creer, ya ostentaba un título mundial en pleno debut de un equipo chileno en la especialidad de BMX, en Dayton, Estados Unidos.


“Sabíamos que podíamos hacerlo bien, a pesar de que era un deporte súper nuevo como para aventurar resultados. Luego de ganar, a nuestro regreso fuimos recibidos por muchos de nuestros amigos y familiares, como también por varios medios de comunicación. De hecho, hasta Michael Müller [ex periodista de TVN] me entrevistó a mí y al equipo al bajar del avión”, cuenta Ruy, al rememorar su primer logro.


Ahora un rockstar


Del año 1982, la generación de los chicos BMX (incluido Barbosa) daba un salto al profesionalismo y a un creciente reconocimiento por parte de los medios y la empresa privada: “al ganar el 82’ los primeros cuatro títulos mundiales, se produjo un boom por el BMX increíble. Se vendieron miles de bicis y todos querían correr. Además, Bianchi [una reconocida marca de bicicletas] contrató a todo el equipo para llevarnos a correr por Chile promocionando sus productos. Fueron momentos increíbles, ya que éramos recibidos como estrellas, siendo puros cabros chicos”.


El tiempo transcurría, y la década de los ochenta era testigo de la fiebre por el BMX, por lo que Chile se sentía capacitado para tomar un desafío mayor: organizar un mundial. 1988 era la fecha elegida, y un nuevo equipo tomaba las riendas, incluido un adolescente Ruy de 17 años. Todas las esperanzas de los chilenos recaían en las piernas, brazos y bicicletas de los seleccionados que, además, querían romper aquella “maldición” que decía que ningún representativo nacional había logrado una título internacional en el recinto ñuñoíno.


“El mundial del 88’ era una revancha del año anterior -continúa Barbosa-, en que me caí en semifinales en Orlando, EE.UU., y yo quería ganarle a toda costa a los gringos, por lo que en Chile era casi una obligación. Fue muy emocionante porque el campeonato se hizo dentro del velódromo del Estadio Nacional, con una pista espectacular. Lo más bonito fue que mi papá era el presidente de la federación, y junto a mis familiares y amigos vivieron una carrera súper emocionante”. Una carrera emocionante, y que coronaba a Ruy como nuevo monarca mundial. “Fueron vueltas en que la presión de la gente y el apoyo de la familia –retoma el ex campeón–, hicieron de esa tarde una jornada de celebración. No olvidaré nunca esos momentos: el estadio lleno de gente, transmisión en directo de TVN y lo mejor del BMX mundial”.


El título coronaba el esfuerzo y perseverancia de Ruy, pero también, el momento del retiro. Una oportunidad que cracks como Salas o Zamorano hubiesen deseado para cerrar sus carreas: “fue una buena forma de terminar el ciclo, ya que a comienzos del 89’ me retiré para poder estudiar en la universidad y comenzar mi carrera en el motociclismo”. El campeón guardaba la bicicleta en medio de los aplausos y la gloria. Tal como lo hacen los grandes.

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